Mauricio Román: “Me identifico con la programación computacional de código creativo”

13 - 06 - 22
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Izada en un mástil de varas de colihues, Bandera de la Unión Micelial alude como símbolo central al micelio, aquel conjunto de filamentos del cual se nutren los hongos, que para esta obra ha sido representado a través de un bordado hecho a mano por Mauricio Román. La obra se instala en bosquemuseo Calán como una señal de pertenencia en el tiempo, que apunta a simbolizar la unión poética de un futuro posible, donde nuestras derivas puedan encontrarse y sobreescribir un relato desde el imaginario de una sociedad micelial, cuya característica esencial es la horizontalidad del trabajo colaborativo.

Aquí, el artista medial, poeta y hacker de la ciudad de Valparaíso, cuenta un poco más de este trabajo.

¿Qué artefacto, lugar o elemento reconoces como un umbral? ¿Por qué?
Nací en Valparaíso, un puerto que para mí traspasa toda lógica de transducción que se pueda experimentar. Creo que Alimapu, su nombre real, es un lugar mágico, un refugio precario donde la vida brota en cada pastizal que crece en sus cerros, en toda maleza que se abre camino a través de los antiguos adoquines de sus calles, veredas y casas. Valpo también es una paradoja inevitable sobre la muerte y el abandono que se yuxtapone a la alegría de vivirlo en cada vuelta de una esquina. Cada vez que viajo y vuelvo a esta ciudad, tengo sensaciones de bienestar emocional, es como un portal del tiempo a descifrar, un espéculo fantasma donde sus habitantes deambulan orgullosxs de ser porteñxs.

¿Con qué práctica científica te encuentras más a menudo en tu trabajo artístico o con cuál sientes mayor afinidad? ¿Por qué?
Me identifico con la programación computacional de código creativo. Cuando trajeron la primera computadora a nuestra casa, sentí curiosidad por cómo funcionaba y comencé a explorar las posibilidades que ella ofrecía, desde sus programas de dibujo digital básico a grabaciones de sonido muy rudimentarias. Más tarde comencé a desarmar las computadoras y reciclar sus partes e instalar otros sistemas operativos, desarrollando proyectos que tienen que ver con el software libre, en especial con programas computacionales que no fueron desarrollados para la práctica artística sino para la ciencia, pero que sí tienen un potencial enorme en sus aplicaciones.

Hoy estoy desarrollando junto con Alejandra Tapia Silva, doctora en Estadística por la Universidad de São Paulo, el proyecto Rstart (www.rstart.cl), desde el cual abordamos el paradigma de la decodificación e interrelación entre lenguajes y códigos de programación, llevando nuestra investigación a un campo expandido sobre procesos comunes y relacionales que existen entre el arte y la ciencia por medio de la tecnología. Esto, utilizando como base el lenguaje R, creado para la estadística computacional, con el cual trabajamos tanto para el desarrollo de investigación científica basada en datos, como en experimentaciones artísticas.

¿Cómo surge esta obra en bosquemuseo Calán?
Propongo izar una bandera que simboliza el sueño de un futuro posible, una unión poética donde nuestras fractalidades puedan encontrarse y generar un relato sobre nodos de fuga y bifurcaciones derivativas que busquen explorar el imaginario de una futura sociedad micelial. Para mi una bandera señala hitos, deseos, historias y proyecciones sobre un territorio ya sea físico o mental. La he denominado micelial, inspirada en la forma de red orgánica que desarrolla el micelio, el cual interconecta la biodiversidad de un bosque y es una vía de paso fundamental para el desarrollo de su ecosistema.

Hoy estamos viviendo en una línea de borde como especie humana y como territorio en relación con nuestro entorno. Se vienen cambios drásticos que debemos enfrentar con políticas y acciones claras para poder conllevar nuestra existencia en armonía con la biodiversidad de esta nave intergaláctica que es el planeta donde vivimos (“por ahora”). Tras el estallido social del 18 de octubre de 2019, se enarbolaron miles de banderas en las movilizaciones y protestas a los largo de Chile, que en su mayoría fueron las que simbolizan la cosmovisión Mapuche, como una necesidad de evidenciar que la bandera de Chile no nos representa a la mayoría de las personas y que necesitamos tener una mayor interrelación con una historia que nos ha sido cancelada, borrada. Esta bandera que propongo es un ejercicio de aquello, de levantar y compartir un ideal sobre posibles futuros relacionales.

Para complementar la lectura abierta a la metáfora de una sociedad micelial, realizaré un concierto audiovisual, que se articula desde la poética computacional, donde la imagen y sonido nos invitan a viajar por una visión “tecnochamánica” sobre la generación de redes inspiradas en la forma del micelio y como esa figura de red mallada rizomática nos podría llevar a futuras relaciones más interconectadas con nuestras identidades y diferencias, armando un tejido social más amplio del que podemos llegar a imaginar.

¿Cuáles consideras son los puntos que sí o sí debiese considerar la nueva constitución?
Creo que la nueva constitución debería abordar el tema de la interrelación arte, ciencia y naturaleza por medio de la tecnología, abriendo espacios para el debate de lo que buscamos como sociedad y país hacia un futuro en este novel siglo XXI. La cultura digital es un punto clave para enfrentar esta tarea, ya que vivimos en un mundo hiper conectado y si no ponemos atajo a la sobreexplotación y autoexplotación de las personas por medio de la redes sociales, perderemos el sentido y el horizonte para lo que fue creada la internet.

Como país deberíamos abordar de forma tenaz la recuperación y los valores de la cultura digital que se vio estancada tras el golpe militar de 1973. No me refiero a recuperar las máquinas antiguas de telex del proyecto Synco / Cybersyn, sino más bien al concepto que había detrás de ese ejercicio de red de telecomunicaciones estatal. Recuperar ese ideal de “internet” más orgánica de la que conocemos hoy. Necesitamos una red global interconectada con más paradigmas de educación cooperativista para no seguir necesariamente el ritmo estandarizado de las redes “sociales”, que mantienen el monopolio de la información, en donde se transan las historias de las personas en algoritmos como valores de cambio, y se venden nuestros datos como el nuevo petróleo del siglo XXI.

Tras el estallido social ocurrido en Chile en octubre de 2019 y, posteriormente, la llegada del COVID-19 al país en marzo de 2020, hemos transitado por un umbral hacia una nueva forma de vivir en comunidad. ¿Cómo estos últimos dos años han resonado o afectado tu manera de pensar y hacer arte?
Cuando me refería a Valparaíso como un portal, también creo que las máquinas computarizadas y en especial las personales y dispositivos móviles, son hoy una tecnología de doble filo. Como lo señalé anteriormente, creo que como humanidad estamos bordeando la línea en nuestras prácticas de cultura digital. Podemos dejar ir nuestra vida solamente en una movilidad social atomizada por algoritmos digitales minadores de datos en línea, suspendida y supeditada al candor de la vigilancia “del todo”, controlada por estas redes de destrucción social que son las grandes compañías de distribución y ventas de acciones de fake news.

La maquinaria de las redes “sociales” disocian nuestras vibraciones terrenales, transformándonos en consumidores y carne de cañón en la era del precariado digital ante las armas de destrucción matemática, como las define Cathy O’Neil. La otra opción es que abandonemos ese camino, bifurcando una deriva hacia nuestro reencuentro con el planeta, algo así como un anarquismo verde. Y, la tercera opción, con la que me identifico, es mantener un biorritmo responsable en torno al uso y desuso de las tecnologías. Lamentablemente, en la tecnología de usuario final no está permitido restaurar o modificar sus partes o piezas, ya que se convierte inmediatamente en un objeto reutilizable y eso no gusta a las compañías que apuestan por la mercancía descartable como base circular de su economía. Frente a esto, hay una cultura del modificado de software y hardware libre como práctica radical ante este tipo de problemas.

A propósito de lo anterior, ¿cuál es el rol del arte en un mundo en crisis?
Creo que el arte tiene el deber de demostrar que las posibilidades infinitas de su práctica conlleva a la de comunicar la realidad de los momentos, ya sea de forma directa o a partir de metáforas, las cuales nos abren percepciones poéticas de esas situaciones que ocurren en el aquí y ahora, y como esto confluye en una retroalimentación con nuestro pasado, interrelacionando proyecciones futuras para enfrentar el devenir de nuestra sobrevivencia como especie en esta hermosa nave intergaláctica que es el planeta, en donde hemos desarrollado la vida humana hasta el momento.